El Narrador

Con permiso del autor, compartimos la publicación de un artículo de opinión publicado en un periódico local.
Tenemos próxima la Navidad. Y es maravilloso el gozo de poder ver a personas que no siempre forman parte del día a día cotidiano, poder ofrecer nuestra compañía, y recibir la de los demás.
La sociedad hemos creado encima de la esencia desnuda del espíritu, muchas cosas que llamamos tradición, y creo que es importante el que tengamos en el pensamiento que la Navidad debería vivirse todo el año, porque el espíritu de concordia y bien hacer, no solo es positivo un retazo del año, ¿por qué no cada día?
Si tuviera que escribir mi carta a los Reyes Magos, les pediría que me ayudaran a escuchar a los demás, a aprender escuchar, incluso, más que a leer un libro saber escucharlo; algo me dice que escuchar me lleva al narrador que mora en mí. Un relator que no habla y que siempre está atento, y cuando vives su silencio, este te acerca aún más a los demás, incluso a cualquier elemento material, vegetal, animal o mineral, porque todo tiene vida, y decir vida es sinónimo de conciencia.
Que lo esencial es invisible a los ojos, seguro que esto lo hemos leído en algún lugar. Y el regalo de escuchar a la naturaleza, a una persona, al propio silencio, nos acerca a que sea el corazón, y no la mente, quien nos descubre alguna puerta que solo es invisible antes de saber que existe. La cercanía es una puerta más que solidaria, necesaria para crear el nuevo clima que necesita la sociedad ante el reto del entendimiento y la conexión desinteresada.

Conectamos en Navidad, entonces, pues, conectemos cada día, y que sea también el narrador quien nos conduce con su silencio a verdades sencillas que solo están ocultas por el ruido ensordecedor, que nos confunde una tradición practicada unos días, y después volvemos a la vorágine, porque así se llama cuando salimos de una fiesta, y parece que “volvemos a la vida real”. Lo real o lo irreal no es el hecho sino la intención que lo hizo nacer, y la singularidad de la Navidad no es para vivirla solo con canciones, regalos o luces por doquier… Pues esto puede que esconda algo importante: para hablar de la Navidad debiéramos de remontarnos mucho tiempo atrás, pues en las antiguas religiones ya celebraban el solsticio de invierno, o sea, ese Sol naciente, como las demás estaciones del año y en cada una de ellas se celebraban sus fiestas.
Yo creo que proponerse vivir la esencia de cualquier tradición, conduce a vivir que esta es válida para cada día de cada año. “No estropees lo que tienes, deseando aquello que no tienes; recuerda que lo que hoy tienes alguna vez fue aquello que deseaste”. Epicuro.
La vida nos ofrece tanto en muchos sentidos, que apreciarlo nos llena de bondad, y nos hace humildes. ¡Humildad!, diría que sagrada y necesaria expresión de la esencia que nos relata la conciencia cada instante de la vida. ¡Gratitud! es otro regalo que no necesita envoltorio, y es un puente de conexión hacia la vida que vemos y la que no vemos. “La raíz de todo bien crece en la tierra de la gratitud”. Dalai Lama.
Cada ser humano lleva en sí al narrador silencioso, amoroso, perenne y bondadoso. Y no hace ruido, tampoco nada pide, su presencia es dadivosa, es altruista, es hermosa. Aquí tenemos la flor y el perfume que cada instante del día podemos ofrecer a los demás, y hacer realidad más allá de la tradición, que de ella debemos aprender que Cristo no ha dejado de estar entre nosotros. Y la energía crística del amor es su mensaje.
Amar es estar dispuesto a servir no solamente en Navidad, sino en todo momento. Ahí tenemos la esencia que puede acompañar otros derroteros que vivimos en la forma, pero que no se pierda la mirada en que lo virtuoso y perenne está sito en el corazón: escucha sus latidos y verás que algo dicen. Sé tú el regalo que sabe escuchar a los demás...
José Tarrazó
Si quieres conocer otros artículos parecidos a El Narrador puedes visitar la categoría Notas.