Introducción
Todas las personas buscamos lo positivo. Hay quienes lo encuentran cuando descubren que la complicada mente no evoca la realidad de la vida. Pues la mente mueve las emociones, remueve los pensamientos, por lo tanto, hay quienes viven que el director de orquesta para todo en la vida es el corazón.
Hay quienes lo sencillo es lo extraordinario. Son mentes que no se han dejado llevar por lo que dicta la sociedad, incluso han reconocido que nos tienen cogidos por el miedo. Pero resulta que si no te sientes cogido por nada no sientes miedo. Y esto te acerca a la sabiduría sencilla que anida en el corazón, y despierta cuando dejas de mirar muchas cosas de reojo, y enfocas tu atención a lo sublime que anida en la filosofía de siempre. Ahí es cuando comienzas un viaje que descubre el viajante que eres, más ajeno a lo terrenal, y más cercano al plano sutil, interior, el Ser. Y la puerta es el corazón despierto cuyo perfume es la ética y la experiencia de crecimiento interior que ofrece.
Abrir el corazón
Antonio, vecino de Mantagana, un pueblo que en otros tiempos albergó numerosas fábricas textiles dedicadas a la manufactura de mantas, sábanas, alfombras y más, ha visto cómo, desde las crisis de los años noventa, muchas de estas fábricas cerraron o se trasladaron a países en desarrollo.
Antonio, un hombre de sesenta años ya jubilado y de aspecto vigoroso, mantenía una amistad con Juan, un hombre de más de ochenta años que se conservaba bien. Antes de su retiro laboral, Juan afinaba pianos y órganos, y ayudaba a su esposa Carilinda en una tienda de verduras en la plaza del pueblo. Carilinda es una mujer amable y respetuosa que genera simpatía de inmediato.
La relación entre Antonio y Juan comenzó cuando Antonio compró un piano usado para su nieta Rosa, que necesitaba ser afinado. Al despedirse después del trabajo, Juan comentó:
—Le ha hecho usted un gran regalo a su nieta, que está comenzando en la música. No todos los abuelos harían esa inversión si pudieran.
Antonio respondió:
—La música es una de las artes más elevadas, me refiero a la clásica, que eleva el espíritu humano. Es lo menos que puedo hacer para que mis nietos se alejen de los móviles y ciertas tecnologías, que parecen ser herramientas que interesa al sistema para mantenernos ocupados y controlados.
Juan, totalmente de acuerdo, añadió:
—No se imagina el bien que está haciendo. Sin embargo, sugiero continuar la conversación en otro momento, ya que las obligaciones de la tienda me reclaman.
Frecuentemente, Antonio pasaba por la tienda de Juan, donde se reunían para conversar en los bancos de la plaza con otros vecinos de distintas edades. Estas conversaciones les ayudaban a encontrar un sentido más profundo a la vida. Últimamente, se había unido a ellos un joven de dieciocho años, Lluç, que tocaba el violonchelo en la Banda Orquesta de Música de Mantagana.
Lluç, siempre atento y perspicaz, solía intervenir poco, pero comenzaba sus intervenciones con preguntas reflexivas:
—¿A qué venimos a esta vida? ¿A trabajar, comer, dormir, divertirnos, casarnos, tener una familia y ya está?
Juan, como el más experimentado del grupo, solía responder:
—Todo eso y más, pero lo latente de verdad está por descubrir. Desde tiempos antiguos, poetas y filósofos se han hecho estas preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Hay que despertar el que estamos aquí para algo más, la vida es una escuela, para aprender y despertar valores auténticos como la convivencia, la hermandad, la compasión, el altruismo y la humildad es fundamental en todo orden de pensamiento y acción.
Entonces, Antonio le hizo un gesto a Juan indicando que quería hablar y comentó:
—Siempre me ha fascinado la Filosofía, especialmente la Teosofía. Por eso he decidido leer a pensadores como Platón, Séneca y Aristóteles, y también obras más contemporáneas de autores españoles como José Tarrazó. He explorado poemas de Antonio Machado, como 'Caminante no hay Camino', y una pieza teatral de Calderón de la Barca donde aparece el poema 'La Vida es Sueño'. Al leer entre líneas, he llegado a conclusiones muy profundas sobre la vida y nuestra razón de ser. Sin embargo, lo que más he aprendido es la importancia de investigar por mí mismo, desechando el yo personal.
Lluç, muy interesado agregó:
—Estoy muy agradecido de poder estar aquí con ustedes, compartiendo estas conversaciones que me ayudan a encontrar un propósito en la vida y a conocerme mejor cada día, para así, enfrentar los desafíos que surgen desde el interesante ángulo de prestar atención a todo.
Así transcurrían muchas tardes apacibles en la plaza del pueblo, donde Juan y Antonio, con su grupo de amigos, enriquecían sus vidas mutuamente, a través de valiosas intervenciones y reflexiones sobre el sentido de la vida.
El sentido de la vida desde el corazón (versión audio)
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