Somos polvo de estrellas
Caminamos desde hace mucho tiempo, pero ¿dónde vamos? El camino está lleno de niebla, aunque el sol nos caliente la cabeza, ¡no estaremos contagiados de una cierta locura! “Me volví loco cuando toda la gente me trató de loco por amar según el Amor y no según sus creencias sobre el Amor. Me volví loco por Amor. Y desde entonces recorro los caminos, llevando mis delirios, por los caminos del Amor”. (Del Peregrino Loco)
No olvidemos darle la última palabra al corazón, en él se sientan las mejores semillas que un día germinarán y brotarán como hermosas flores.
“Del mismo modo, la divinidad está presente ante nosotros en todo momento, pero no la vemos. La belleza de nuestros actos es coherente cuando el pensamiento se detiene y nos permite simplemente SER”. (Del Peregrino Loco)
Nuestro espíritu no tiene ningún miedo, pero nosotros sí. Una de las consideraciones a tener en cuenta es que la verdad siempre tiene que ser nuestra eterna compañera, con ella podemos caminar por no importa qué sendero, aunque afrontaremos dificultades ante la tesitura de replantearse algunas o muchas cosas en el interior.
Por ello, en lugar del simple uso del pensamiento, deberemos usar las energías del corazón…
Somos polvo de estrellas, más que una frase es una experiencia que todos podemos probar. No imaginamos hasta dónde nuestra mente tiene escrito un guion de cómo vivir, incluso de qué es la vida. Pero, podemos acercarnos al corazón, y ver lo que dice, y, desde ahí, observar el exterior, la sociedad, las muchas cosas que vivimos sin pensar y las hacemos porque son de siempre, sin preguntarnos que el cambio que necesitamos proviene de renunciar a las formas caducas. Tanta modernidad no nos hace más felices...
El progreso de la humanidad depende de las personas de Buena Voluntad. Los cambios que necesitamos en la sociedad dependen en mayor medida de una toma de conciencia que nos sitúa en un ámbito de pensamiento que lo podemos referir a este retazo periodístico: «The New York Times entrevistó en agosto de 1929 al astrónomo Harlow Shapley, que dirigía el Observatorio de la Universidad de Harvard, y publicó sus respuestas en un artículo llamado “La materia estelar que es el hombre”, entre las que se hallaba lo que sigue: Estamos hechos de la misma materia que las estrellas, por lo que, cuando se estudia la astronomía, estamos investigando de algún modo nuestra ascendencia remota y nuestro lugar en el Universo de la materia estelar. Nuestros propios cuerpos se componen de los mismos elementos químicos que se encuentran en las nebulosas más distantes, y nuestras actividades están guiadas por las mismas reglas universales».
¿No estaremos repitiendo muchos años las asignaturas de la vida, y nos hemos quedado estacionados sin apreciar una perspectiva que llevamos ingénita?
El antiguo texto védico conocido como Upanishad afirma: “Tú eres lo que tu deseo más profundo es. Como tu deseo, es tu intención. Como tu voluntad, son tus actos, es tu destino”. Nuestro destino proviene en última instancia de los dos niveles más profundos de nuestro corazón, de la intención. ¿Hay cosas que vivimos en la sociedad, que llamamos tradición, pero no contienen la ética hacia los demás reinos de la naturaleza, como por ejemplo el reino animal?
A todos y todas se nos ha puesto un tesoro en nuestras manos para que lo administremos y lo multipliquemos en provecho de la humanidad. Cabe entonces preguntar: ¿Son las opiniones de la mente la respuesta al cambio que necesitamos?
Podemos preguntarnos a propósito de cada una de nuestras intenciones. ¿Cómo me beneficiarán y cómo beneficiará a todos los seres humanos y los demás reinos de la naturaleza?
La humildad es un ingrediente de primera necesidad en cualquier persona y colectivo que se preste a contemplar la vida como un espacio donde la generosidad es la mejor de las acciones. Un antiguo proverbio serbio dicta: “Sé humilde porque estás hecho de tierra. Sé noble porque estás hecho de estrellas”.
Recordemos que nuestros pensamientos no deben estar en conflicto con los propósitos del Universo…
José Tarrazó Durá
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