Voluntario de corazón
David solía pensar que lo más valioso de la vida era lo que tenía en su mente, sus recuerdos, sueños y pensamientos, pero un día algo cambió en él y descubrió que la belleza real estaba en el corazón.
Quería compartir esa belleza con los demás, ayudar y hacer la diferencia en el mundo. Así fue como decidió que su tiempo libre ya no sería solo para él, sino también para los demás.
Buscó en Internet alguna entidad sin ánimo de lucro para ver dónde podría ser voluntario. No quería ser un simple espectador de la vida, quería ser parte de ella.
Después de investigar y preguntar entre amigos, encontró una organización que se dedicaba a ayudar a niños de escasos recursos. David siempre había estado fascinado con el mundo de los niños, con su alegría y su capacidad de sorprenderse con cosas simples.
Así que, sin dudarlo, se inscribió para colaborar con ellos. El primer día que llegó a la organización, se sintió un poco incómodo. Él era el nuevo y todos parecían saber exactamente lo que hacían. Pensó que no tendría mucho que hacer allí, que solo sería un adorno más. Pero estaba equivocado.
El coordinador de la organización le explicó que la actividad de ese día era hacer una campaña de recolección de alimentos para los niños. David se sumó al grupo y, en poco tiempo, ya estaba entregando volantes y explicando a la gente en la calle de qué se trataba la iniciativa.
Se sintió increíblemente vivo y útil. Luego, llegó el día en que David podría ver los frutos de su trabajo. Los niños de la organización recibían los alimentos recolectados. Se dibujó una gran sonrisa en su rostro al ver la felicidad de los niños. Y él se sentía más feliz que nunca.
Desde entonces, David no ha dejado de ser voluntario. Ahora sabe que servir es belleza y que su tiempo es valioso no solo para él sino también para los demás. Está convencido de que la sociedad puede ser mejor con pequeños gestos y, gracias a su cambio de perspectiva, él también se ha convertido en un mejor ser humano.
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